La pandemia agrava las desigualdades: nuevos perfiles de usuarios, dificultad de acceso a los recursos públicos y brecha digital

Casa Caridad ha atendido en el año del COVID-19 a 2.504 personas de las que 4 de cada 10 son mujeres y el 14% menores. El presidente de la Asociación, Luis Miralles, advierte: “Hemos tenido que poner en marcha nuevos servicios, como ayudas directas, para evitar que la gente caiga en el sinhogarismo”. Las previsiones para este 2021 son preocupantes. La entidad finalizó 2020 con la distribución de alimentos a 600 personas, ahora ya superan las 1.200. Familias con algún miembro en ERTE o sin empleo, autónomos que han reducido sus ingresos o personas mayores son los nuevos perfiles que se están generalizando.

Casa Caridad advierte que la pandemia de la COVID-19 está agravando la situación de las personas más vulnerables y sumando nuevas. A la crisis sanitaria se ha añadido una crisis económica que está acrecentando las desigualdades: nuevos perfiles de usuarios, mayor dificultad para acceder a recursos sociales o la brecha digital son algunas de las consecuencias de esta situación. “El 2020 ha sido un año excepcional que ha marcado al conjunto de la sociedad, pero que, especialmente, ha aumentado la precariedad de las personas que ya estaban en riesgo de exclusión social, cronificando su estado y, otras que se encontraban en una situación estable, se sitúan ahora en la delgada línea de caer en un escenario de sin hogar. Por ello, desde Casa Caridad hemos puesto en marcha nuevos servicios, como ayudas económicas directas, para evitar que pierdan los recursos que tienen. Solo en 2020, hemos destinado 120.000 euros a nuestros usuarios para que puedan hacer frente a alquileres, facturas o servicios médicos, entre otros”, ha explicado el presidente de Casa Caridad, Luis Miralles, esta mañana en la presentación de la Memoria de la Asociación.

“Una situación que estamos viendo día a día. Si cerramos el año 2020 con 600 personas que acudían al servicio de distribución de alimentos que tuvimos que poner en marcha tras el confinamiento de los comedores, ahora esta cifra supera las 1.200. Son familias que si alguno de sus miembros tenía empleo entró en situación de ERTE, autónomos que perdieron gran parte de sus ingresos o personas que reciben alguna ayuda pública que es insuficiente para cubrir gastos”, ha incidido el presidente de la Asociación.

La ONG atendió el año pasado a 2.504 personas, de las que 4 de cada 10 son mujeres y un 14% menores. Un 2020 que tuvo claramente dos periodos, antes y después de la declaración del Estado de Alarma. “Tuvimos que adaptar las instalaciones, el equipo de profesionales y las atenciones a la nueva situación. Fueron momentos complicados pero que también sacaron lo mejor de nuestros usuarios y trabajadores. Tuvimos que suprimir muchos de nuestros servicios y poner otras actividades en marcha para seguir trabajando de forma colectiva e individual con nuestros usuarios en habilidades y talleres que favorezcan su integración en la sociedad”, ha subrayado la directora-gerente de Casa Caridad, Guadalupe Ferrer.

Durante la presentación de la memoria anual de 2020, se han ofrecido las principales cifras del ejercicio. Así, el gasto diario medio de Casa Caridad ascendió a 12.843 euros, se repartieron 174.902 raciones de alimentos en los comedores sociales a los que hay que añadir la distribución de 5.912 kits de alimentos y productos de higiene a las 600 personas con algún recurso habitacional tras el cierre del comedor de Pechina o se realizaron 25.406 atenciones personalizadas para seguir dando respuesta a las necesidades de los usuarios por parte del equipo de Trabajo Social. “Nuestro valor – ha apuntado Luis Miralles- ha sido saber hacer lo ordinario en circunstancias extraordinarias. Nos hemos adaptado a la nueva situación para seguir prestando toda la ayuda a las personas más desfavorecidas y poner a su disposición nuevos recursos como el edificio Fénix Pechina con ocho viviendas supervisadas que entró en funcionamiento en octubre”.

“En este contexto, una vez más, la sociedad valenciana se ha volcado con la entidad. En 2020 superamos los 4.000 socios, cerrando el ejercicio con 4.146, un 8% más que el año anterior, mientras que las donaciones han aumentado un 45%, y la respuesta de empresas e instituciones fue fundamental para seguir prestando nuestra labor”, apunta el presidente de Casa Caridad.

Mucho más que cubrir las necesidades básicas

En la rueda de prensa celebrada esta mañana, ha intervenido parte del equipo de trabajo social de la Asociación para explicar el funcionamiento y las nuevas necesidades detectadas durante este periodo. Así, tras la declaración del Estado de Alarma, la ONG tuvo que cerrar el comedor social de Pechina donde acudían una media de 350 comensales que permaneció solo activo para los albergados. En un principio, las personas que dormían en la calle recibieron un kit diario hasta que el Ayuntamiento de València habilitó recursos específicos, mientras que con las personas con domicilio se comenzó con la distribución semanal de alimentos, frescos y no perecederos. “En diciembre, Casa Caridad realizó obras en su comedor para diferenciar dos partes, una para personas alojadas, y otra, con un itinerario de entrada diferenciado, para personas en situación de calle por el que diariamente acuden unas 25 personas”, explica Cristina Sánchez, responsable de Trabajo Social.

Casa Caridad tuvo que adaptar sus albergues a los protocolos de la Generalitat Valenciana y reservar el 5% de plazas a casos compatibles con COVID-19. Durante el confinamiento no se admitieron entradas nuevas a los albergues y posteriormente se han realizado según las indicaciones de las autoridades. José Diego, técnico de Trabajo Social de Benicalap, ha comentado que durante la pandemia se acrecentó la necesidad de mejorar los recursos sociales. “En nuestros albergues tenemos a personas con problemas de salud física o mental, o a gente mayor, que precisan de otros medios donde puedan recibir una atención adecuada a sus necesidades”. Por ello, la ONG señala que hay que trabajar de forma conjunta entre todos los agentes implicados en el acceso de viviendas sociales para estos colectivos. Por otro lado, la entidad también apunta que es necesario dar mayor celeridad a las listas de espera para obtener plazas en recursos específicos (residencias de tercera edad, diversidad funcional, enfermedad mental, maternos …) para evitar estancias prolongadas en los albergues. Desde el Departamento de Trabajo social también se ha detectado la necesidad de programas de apoyo psicológico por parte de las instituciones con este colectivo.

Por último, Pablo Yániz ha señalado que los Centros de Educación Infantil de Pechina, Benicalap y Torrent, tuvieron que cerrar durante el confinamiento, seguir en contacto con las familias de los 162 niños de nuestras escuelas y posteriormente crear grupos burbuja cuando pudieron volver a los centros. “En el marco del Programa Escuela-Familia, tuvimos que poner en marcha ayudas extraordinarias para apoyar a muchas de las familias de nuestras escuelas a cubrir sus gastos y potenciar la interacción online para seguir trabajando en la educación y la parte emocional”, ha explicado Pablo Yániz, quién ha asegurado que “a pesar de ello, en momentos en que tramitaciones y gestiones se resuelven en su mayoría de una manera telemática es urgente resolver la brecha digital que presentan los colectivos más vulnerables”.

 



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